De Ídolo a Femicida: el caso Barreda y la transformación de la percepción social sobre la violencia de género

De Ídolo a Femicida: el caso Barreda y la transformación de la percepción social sobre la violencia de género


por Julia Hang y Beatriz Pelitti

 

En los 28 años que pasaron entre que Ricardo Barreda asesinó a su esposa, sus dos hijas y su suegra y el día de su fallecimiento, la imagen del odontólogo se fue transformando a los ojos de la sociedad argentina: de ídolo popular a femicida; de “San Barreda” a hijo sano del patriarcado.

Las investigaciones que desde las ciencias sociales buscan definir la violencia sostienen que las sociedades no se hacen más o menos violentas a medida que pasan los años; lo que sucede es que se corre el límite de aquellas acciones que consideramos legítimas o ilegítimas. Así, hoy nos resulta increíble que una persona que mató a sangre fría y a tiros con su escopeta a las mujeres de su familia haya gozado de la admiración de gran parte de la sociedad argentina,  la cual era capaz de empatizar con un hombre que, según él, había sufrido la humillación de su familia, justificando con ello su brutal asesinato.

Conchita, dice que le decían. “Se burlaron de mi y ahí nomás les disparé” cantaba en 2003 la banda de rock Attaque 77, naturalizando que la consecuencia lógica de ver mancillado su honor, al ser asociado a una mujer, es el asesinato. La cultura popular está plagada de chistes, publicidades, imágenes que naturalizan la violencia hacia las mujeres. La suegra, la jermu. Mujeres que coartan a los hombres sus libertades.

En las paredes del frente de la casa del odontólogo, ubicada en la calle 48 de La Plata, se expresaron las disputas sociales y políticas en torno a los sentidos sobre la violencia que atraviesa aún nuestra sociedad. A las pintadas de Barreda “ídolo” le siguieron las de “asesino”; ese pizarrón se fue llenando, poco a poco, con frases y dibujos; quienes pasaban por allí detenían su paso para observarlos y comentarlos y  hasta los diarios publicaron fotos de ellos. Permanecieron varios años hasta que una mano de pintura negra los silenció. La vivienda, lugar del horroroso crimen del que fueron víctimas sus hijas Cecilia y Adriana, su esposa Gladys y su suegra Elena, ha sido objeto de disputa por parte de diversas organizaciones feministas y de derechos humanos, que pugnan por convertirla en símbolo de lucha contra la violencia de género o espacio de refugio para víctimas de violencia doméstica, entre otros.

El movimiento de mujeres, y dentro de él las abogadas feministas, tuvieron un rol central en la batalla por correr el umbral de la tolerancia de las violencias y sus sentidos. Mostraron que aquello que la sociedad entendía como crímenes pasionales, y que por lo tanto debían ser juzgados en el ámbito de lo privado, eran en verdad femicidios: asesinatos que tenían en su base el desprecio y la inferiorización hacia las mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres.

A los crímenes considerados de género, incluyendo tanto a las mujeres cis como a las mujeres trans y travestis, se los denomina actualmente "femicidio" siendo el género de la víctima el factor significativo del crimen, tal como lo sostuvo la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El femicidio conceptualiza a la muerte violenta de mujeres por razones de género, otorgando nombre propio al homicidio de género, distinguiéndolo de cualquier otro a la vez que subjetiviza a la víctima. En nuestro país esta figura tuvo recepción en el Código Penal por ley 26.791, promulgada el 11/12/2012, pero no como delito penal autónomo sino como agravante del homicidio incorporando novedosas modificaciones al art.80 del Código Penal. La Cámara de Senadores de la Nación - ampliando el proyecto original de Diputados-  pretendió agregar el art. 80 bis a ese cuerpo legal introduciendo al femicidio como nuevo tipo penal, lo que no prosperó.

Si algo hemos aprendido en los últimos años es que los femicidas no son animales, ni monstruos, ni enfermos (tanto es así que a Barreda se lo quiso calificar, sin éxito, como “loco”) . Son lo que la antropóloga Rita Segato denomina “hijos sanos del patriarcado”. Es decir, aquellos que llevan a su máxima expresión el mandato de masculinidad de una sociedad que impone a los hombres ser fuertes, viriles y machos. Este mandato se encuentra en la base de nuestra cultura y sobre él se estructura gran parte de la violencia machista: desde la simbólica - que es aquella que naturaliza la subordinación de las mujeres en la sociedad y sobre la que se entraman las múltiples formas de la violencia- hasta la violencia física llegando al femicidio.

La violencia intrafamiliar durante muchos años aparecía como un asunto privado es en realidad un problema público. Sólo por tomar el año 2019, en el que según el Registro Nacional de Femicidios de la Corte Suprema hubo 252 víctimas directas de femicidio, el 90% de ellas conocían al femicida, el 66% era su pareja o ex pareja, y el 46% convivían con él. Es decir, casi la mitad de las víctimas encontraron la muerte en su propio hogar. La máxima violencia de género es el femicidio al negar a la víctima todos sus derechos, hasta el de la vida misma. Hoy, a pocos días del fallecimiento de Barreda y a cinco años de la primera gran marcha y movilización masiva en todas las ciudades del país contra la violencia machista en cualquiera de sus formas, seguimos gritando: NI UNA MENOS.

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Mujeres en la Abogacía es un colectivo de abogadas del Departamento Judicial La Plata cuyo objetivo consiste en visibilizar y abordar jurídicamente las situaciones de inequidad y desigualdad que padecemos las mujeres en distintos ámbitos públicos y privados y, en particular, en el ejercicio de la abogacía. Velamos por la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos de mujeres, niñas y adolescentes. mujeresenlaabogacia@gmail.com



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